Filibusterismo: Deshonrando a James Stewart

En los últimos días, el filibusterismo ha vuelto a ser noticia en los Estados Unidos. Barack Obama ha impulsado una ley para limitar el uso desproporcionado que está llevando a cabo el Partido Republicano en los últimos tiempos de esta peculiar forma de obstruccionismo. Mr Smith goes to Washington’ (Frank Capra, 1939) además de una obra maestra del cine es un bello relato sobre el idealismo político y periodístico. Por si todo eso no fuesen suficientes razones para verla, la película nos enseña una de las prácticas parlamentarias  más curiosas  de los Estados Unidos: el filibusterismo.

Se denomina filibusterismo a la obstrucción parlamentaria (de una ley o un nombramiento) mediante la exposición de un discurso largo. Según las normas del Senado (la Cámara de Representantes sí que lo contempla) no existe tiempo límite para la intervención de un senador. Por tanto, cualquier político americano puede empezar a hablar en la tribuna del Senado que, mientras que no se siente o se detenga, la promulgación de la ley estará paralizada. Esta posibilidad ha hecho que a lo largo de la historia parlamentaria norteamericana, muchos senadores hayan pronunciado extensos discursos con el único fin de retrasar lo más posible la adopción de una ley contraria a los intereses de su partido.

Esta peculiar norma ha hecho que en los últimos tiempos veamos a senadores republicanos como Ted Cruz hablando sin parar durante más de 21 horas seguidas. Todo ello para intentar retrasar la ley que aprobaba la reforma sanitaria en Estados Unidos. Como el fundamento principal de esta medida es el no dejar nunca de hablar, Cruz aprovechó para, entre otras cosas, leer un cuento infantil a sus hijas antes de mandarlas a la cama desde el Capitolio. Esta es una las formas habituales de alargar los discursos. Storm Thurmond, que actualmente ostenta el récord de la intervención más larga en el Senado con 24 horas, leyó en 1957 la Declaración de Independencia y diferentes discursos de presidentes anteriores. Se oponía a la legislación por la igualdad racial en Estados Unidos.

El filibusterismo, aún así, no es un elemento de obstrucción total. Mediante la Regla 22 de la normativa del Senado, es posible cerrar el debate con una mayoría de 3/5 en la cámara, lo que supone unos 60 votos (antes de la última reforma eran necesarios 67). Resulta, por tanto, muy importante a la hora de obtener los resultados en las cámaras para un partido, poder conseguir la conocida como “mayoría anti filibusterismo”, pues al contar con más de 60 senadores se asegura no ser víctima de obstruccionismos en sus leyes o nominaciones.

Aunque el alcance real de esta práctica es muy limitado –se suele considerar que tiene más valor simbólico que real, haciendo posible que el foco mediático se centre en un senador con ansias de protagonismo o para poner en el debate público la aprobación de alguna ley-, el riesgo de un uso continuado del filibusterismo está sobrepasando los límites normales. Durante la legislatura de Obama se han producido 72 casos de filibusterismo en nominaciones al ejecutivo. Durante la administración Bush se produjo en siete ocasiones, y en el periodo de Clinton, en nueve. Este aumento exponencial no está desligado del avance del Tea Party en los últimos tiempos. El ala más radical del Partido Republicano ha encontrado en el filibusterismo una forma más de entorpecer al gobierno de Obama, sin importar las consecuencias.

killing-filibuster Fuente: Washington Post

En los últimos meses Rand Paul volvió a hacer uso de este artilugio para impedir que se nombrase John Brennan nuevo director de la CIA y de paso denunciar el uso de drones por parte del ejercito. Para ello estuvo 13 horas en la tribuna de orador del Senado. Pero la gota que colmó el vaso fue el reiterado bloqueo que los republicanos hicieron para la nominación de tres jueces. Ante ello, el Senado –en poder de los demócratas- aprobó una medida por la cual se limitaba la capacidad de la minoría para interrumpir la nominación de cargos judiciales y del ejecutivo. Obama cortaba así las alas a los republicanos, que no tardaron en criticar abiertamente una medida que ellos mismos habían amenazado con aprobar durante sus gobiernos anteriores. Gregory Koger, politólogo de la Universidad de Miami recalcaba la importancia de ver cómo con el uso indiscriminado del filibusterismo se había añadido a los elementos con capacidad de veto en los Estados Unidos (el Presidente, la Cámara de Representantes y el Senado) a la minoría del Senado, como dice Roger Senserrich, al partido perdedor de las elecciones. Este mismo autor avisa de la ya de por sí ingobernabilidad del sistema constitucional estadounidense y como, gracias al uso republicano de este arma, el Congreso se había vuelto una institución disfuncional.

La reforma impulsada por Obama limita el filibusterismo en dichos casos, quedando aún vigente para la nominación a la Corte Suprema y en la aprobación de leyes. Aunque, como explica el columnista del Washington Post, Erza Klein, en la práctica, los partidos evitan el filibusterismo con los procedimientos de conciliación –sobre todo para aprobar los presupuestos-. Se pone así casi punto y final a una tradición que Frank Capra trasladase de manera magistral a la gran pantalla. Lo hizo de la mano de Jefferson Smith, un joven e idealista senador que se ve estafado por las corruptelas de la alta política. Para defenderse, Smith hace un discurso de 23 horas en el que denuncia sin pudor la verdadera situación de la política en su país. 75 años después, el partido demócrata liderado por Obama se ve obligado a deshacerse de ella ante la irresponsabilidad en su uso por parte de los republicanos del Tea Party.

Fuentes: Washington Post; El País; Politikon.

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